miércoles, 18 de agosto de 2010

Relato: "La calle sin nombre"


Noche cerrada, cada vez hace más frío. La calle llegará un momento en el cual se estreche y no tenga salida, en ese momento, tendré que dar la vuelta y deshacer el camino sobre mis pasos. Pero por ahora me da igual, ahora lo único que quiero es caminar sola, sin nadie. El camino, rodeado de casas lúgubres se muestra esperanzador ante mi deseo: la calle está desierta. No sé que me ha traído hasta aquí, pero se lo agradezco, ahora gozo de la paz que nadie me ha podido proporcionar en los últimos meses, necesitaba un respiro. Un respiro para pensar, aclarar mis ideas, mis ideales. Mientras paseó sin sentido rozando suavemente con mis guantes de piel las paredes, para seguir atada a la realidad, puedo distinguir una silueta un poco más adelante. Echo a correr en dirección a la figura, es lo que me pide mi corazón. Me detengo bruscamente a pocos metros de esa figura, la conozco.
- Alejandro, ¿qué haces aquí? – pregunte a ese chico, el cual llevaba siendo mi novio desde hacía tres años.
- ¿De verdad creías que te iba a dejar sola? ¿De noche y en esta calle? No, no lo iba a hacer, lo sabías perfectamente – dijo él mientras me dedicaba esa hermosa sonrisa, con la cual me despertaba cada mañana, y se bajaba en cuello de la gabardina.
- Pero… ni yo me acuerdo de cómo he llegado hasta aquí. ¿Cómo sabías donde encontrarme? – dije, perpleja ante mi propio razonamiento.
- Princesa… recuerda que hace tiempo te prometí que iba a cuidar de ti, aunque me dejase la vida en ello, porque únicamente me importáis tú y tu felicidad. Además sabes que te conozco mejor que tu misma – anunció mientras se acercaba más y más a mí
- Gracias cielo… creo que ya no necesito estar más aquí. Ya sé todo lo que necesitaba saber, ¿volvemos a casa? – pregunté antes de echarme sobre sus brazos y mirarle a sus preciosos ojos azules.
- Claro

Un destello de luz blanca.

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- ¿Cariño? Despierta
-  Eh… dónde… ¿dónde… estoy? – pregunté confusa con un fortísimo dolor de cabeza.
-  No te acuerdas de nada, ¿no? – preguntó con una rostro que daba a conocer que no había dormido.
-  No… - me lleve una mano a la frente, intentando amortiguar los pinchazos que sentía, en ese momento me vi la muñeca. Donde antes llevaba una pulsera de cuero negro ahora había un grueso vendaje que me llegaba hasta el codo – Qué… ¿qué es esto Alejandro?
-  Ayer… - suspiró profundamente, mientras una lágrima resbaló por sus mejillas – Ayer te encontré en el baño de casa, con una navaja en la mano, casi desangrada, llame enseguida a una ambulancia, y mientras te ponían en la camilla para traerte aquí encontré una nota encima de la cómoda…- lentamente, mientras me explicaba que había pasado, fue sacando un trozo de papel cuidadosamente doblado
Lo abrí, era mi letra, y decía:
“Alejandro lo siento, espero que cuando leas esto no este ya aquí, no quiero hacerte sufrir más. No eres feliz, yo lo sé. No es justo que tengas que cargar conmigo, desde que estamos juntos no sonríes igual, ya no haces jamás lo que te gusta, solo estas conmigo, y quiero que hagas más cosas, no quiero que te centres en mi, ya que yo desde hace meses no tengo ganas de nada, no tengo ganas de vivir, mis amigos ya no son lo que eran, nadie me entiende, es como ir por un boulevard desierto. Espero que algún día me perdones. Te quiero muchísimo, y siempre lo haré. Vive y sé feliz.”

Todas las imágenes me volvieron a la cabeza al leer las últimas frases, cada instante, era como rememorar el intento de suicidio. Lloré, largo y tendido, me acorde de la calle desierta, del sueño, de Alejandro mientras venía a buscarme, y solo se me ocurrió decir una cosa:
- Lo siento, de verdad.
- Cariño, no pasa nada, solo importa que tu estés bien, solo quiero que seas feliz, siempre lo he querido, no quiero nada más…- dijo mientras me abrazaba con sumo cuidado- Sabes que siempre estaré a tu lado, pase lo que pase, y el tiempo que sea. Te quiero.

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